Esta tarde me pase por Patos a última hora. Puse unos carteles con las fotos de las tablas robadas. Deberían de ser cerca de las siete, la marea parecía estar empezando a subir, cielo gris, lluvia y gente en el agua. Intente desviar la vista pero no pude. Allí estaban mojados, fríos, con la mirada puesta en el horizonte y esperando las olas. De camino a la cafetería donde me esperaban me cruce con alguno. Sus ojos les delataban y sus caras denotaban esa curiosa expresión de cansancio y placer, el placer provocado por la presencia de olas y sus consiguientes bajadas y remontadas. Fue con el que llevaba los ojos más inyectados en sal, al cruzarme con él durante un milisegundo percibi el aroma. Fue visto y no visto, o mejor dicho, olido y no olido. Supongo que os habrá pasado en alguna ocasión, cuando veis a una mujer venir hacia vosotros y cuando os rebasa os regala ese casi imperceptible aroma, cuanto menos perceptible mejor, pero que esconde mil secretos… Pues esto es parecido, el olor a sal te llega a esa parte del cerebro, no sé si es el Hipotalamo, el Hipocampo o donde sea, pero algo se activa en lo más hondo de ti, vuelves la vista hacia la playa y allí continúan, mojados, fríos y esperando las olas. Luego, mientras apuras un café en la terraza te dices a ti mismo, quien estuviera allí…
Esa sensacion la tuve este verano que hice una visita a la familia y nos acercamos hasta Baiona....al pasar por el desvio de patos pude comprobar que habia olas....cabezazos me di de no poder pegarme un baño.
ResponderEliminarSaludos!!!
Que bueno Javi! Yo ayer estaba bastante fastidiado viendo al personal en el agua mientras nos tomabamos un cafe en las terrazas. Eso de ir a algun compromiso y mirar de reojo hacia el mar, me suena...jejeje
ResponderEliminarQue pilles buenos baños!