Era
poco antes de las 10 cuando me llamaba Carmen para contarme que un tren había descarrilado
a la entrada de Santiago. Enseguida nos pusimos en contacto con Alex pues no sabíamos
si se venía para ver los fuegos y pasar los primeros días de vacaciones con
amigos. Después de tranquilizarnos al saber que todavía estaba en Madrid
comenzaba una noche triste y muy larga. Mi jornada laboral transcurrió entre la
monotonía habitual y la escucha de las noticias que iban llegando de ese
terrible y dramático accidente. A cada poco las cifras de fallecidos iban
aumentando. Los testimonios de los vecinos que ayudaron en los primeros
momentos eran escalofriantes y cuando escuchabas a los pocos supervivientes el corazón
se te encogía. Hoy viendo las noticias y ojeando la prensa te encontrabas con imágenes
muy duras y que difícilmente olvidaremos. No quiero ni pensar en las horas de
dolor, angustia e impotencia de los cientos de familiares y amigos que durante
toda la madrugada han estado esperando confirmación en cuanto a las
identidades. A la hora de escribir estas líneas ya circula el video del
descarrilamiento y su visión resulta espeluznante.
Desde
aquí solo podemos enviarle todo nuestro cariño y darle mucho animo a todas las
personas que han perdido a sus seres queridos.
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