Debió de ser a
principios de los 70, lo recuerdo bastante bien. Me llegaron en reyes y pesaban
a dios. Mi madre por miedo a que se me salieran de los pies me apretaba
aquellos correajes tan fuerte que me hacia un efecto torniquete y se me subía
la sangre a la cabeza. Sus ruedas metálicas dejaban unas marcas en las aceras y
el ruido era ensordecedor. Costaba trabajo mover las piernas y se resentían las
rodillas. Cuando te metías una ostia tus piernas salían disparadas debido al
tonelaje de aquellos terribles artefactos, pero que cojones…¡te lo pasabas de
puta madre!
No hay comentarios:
Publicar un comentario